En el corazón de Ecatepec, un grupo criminal conocido como La Chokiza ha operado bajo la fachada de una organización altruista, utilizando tácticas de extorsión y violencia para mantener el control sobre comunidades vulnerables. Este fenómeno ha sido objeto de investigaciones exhaustivas y operativos policiales que han revelado la complejidad de su estructura y el impacto que ha tenido en la vida de los ciudadanos. La historia de La Chokiza es un claro ejemplo de cómo el crimen organizado puede infiltrarse en la sociedad, disfrazándose de benefactor para ganar la confianza de la población y, a su vez, perpetuar un ciclo de miedo y violencia.
La Chokiza se ha caracterizado por su capacidad de manipulación y su habilidad para establecer conexiones con la comunidad. Bajo el liderazgo de Alejandro “N”, conocido como El Choko, la organización se presentó inicialmente como una solución a los problemas sociales, ofreciendo despensas y organizando eventos comunitarios. Sin embargo, detrás de esta imagen de salvación se escondía una red delictiva dedicada al narcomenudeo, la extorsión y el despojo de propiedades. La estrategia de La Chokiza consistía en atraer a los más necesitados, ofreciendo préstamos a tasas exorbitantes y utilizando la violencia como medio de coerción para asegurar el pago.
La historia de Alejandro “N” es emblemática de la trayectoria de muchos líderes criminales en México. Nacido en la pobreza, El Choko comenzó su carrera delictiva en la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, donde se involucró en actividades corruptas que lo llevaron a establecer su propio grupo criminal. La Chokiza se consolidó rápidamente en colonias marginadas como Miguel Hidalgo y Héroes de la Independencia, donde su influencia se expandió a través de tácticas de intimidación y violencia.
### La Estrategia de Control y Extorsión
La Chokiza no solo se limitó a la extorsión de negocios locales, sino que también implementó un sistema de préstamos informales que atrajo a muchas personas en situaciones económicas precarias. Estos préstamos, conocidos como «gota a gota», ofrecían dinero rápido pero a un costo devastador. Las tasas de interés eran tan altas que los deudores se veían obligados a pagar mucho más de lo que habían recibido, y aquellos que no podían cumplir con sus obligaciones enfrentaban amenazas de violencia. La organización utilizaba métodos brutales para presionar a los deudores, incluyendo disparos en sus hogares y amenazas directas a sus familias.
Además de la extorsión, La Chokiza se involucró en el cobro de piso a negocios locales, lo que les permitió generar ingresos significativos de manera constante. Esta práctica, que consiste en exigir pagos a cambio de «protección», se convirtió en una fuente de ingresos crucial para la organización. Las bandas de montachoques, que provocaban accidentes automovilísticos para extorsionar a las víctimas, también formaban parte de su repertorio delictivo, generando miles de pesos semanales.
La violencia que caracterizaba a La Chokiza no era solo un medio para mantener el control, sino que también se manifestaba en homicidios selectivos y actos de intimidación. Los miembros de la organización celebraban su poder disparando armas al aire en reuniones públicas, mostrando así su impunidad y desafiando a las autoridades. Esta cultura de violencia se convirtió en un ritual que reforzaba su dominio sobre la comunidad y mantenía a la población en un estado de miedo constante.
### La Caída de El Choko y la Persistencia del Crimen
El arresto de Alejandro “N” en septiembre de 2025 marcó un hito en la lucha contra La Chokiza. Después de meses de investigaciones y operativos coordinados entre diversas autoridades, El Choko fue capturado mientras se encontraba en un restaurante, rodeado de escoltas armados. Su detención fue un golpe significativo para la organización, pero no significó el fin de su legado delictivo. A pesar de su captura, las autoridades han advertido que muchas células de La Chokiza continúan operando, utilizando su nombre para infundir miedo en las comunidades.
La estructura de La Chokiza era tal que, incluso con la detención de su líder, el ecosistema delictivo que habían creado no se desmoronó de inmediato. Las conexiones políticas que El Choko había establecido a lo largo de su carrera delictiva le habían proporcionado un nivel de protección que permitió a la organización seguir operando. Se ha reportado que varios de sus miembros, incluidos aquellos que ocupaban posiciones clave dentro de la organización, han continuado con sus actividades delictivas, aprovechando el vacío de poder dejado por su arresto.
Las autoridades han intensificado sus esfuerzos para desmantelar las células restantes de La Chokiza, realizando operativos en diversas colonias y deteniendo a varios de sus integrantes. Sin embargo, la tarea es monumental, ya que la organización ha tejido una red de complicidad y miedo que dificulta la colaboración de la comunidad con las fuerzas del orden. La lucha contra La Chokiza es un recordatorio de los desafíos que enfrenta la sociedad en su conjunto para erradicar el crimen organizado y restaurar la confianza en las instituciones.
La historia de La Chokiza es un claro ejemplo de cómo el crimen puede infiltrarse en la vida cotidiana de las personas, utilizando tácticas de manipulación y violencia para mantener el control. A medida que las autoridades continúan su lucha contra esta organización y otras similares, es fundamental que se implementen estrategias efectivas que no solo aborden los síntomas del problema, sino que también busquen soluciones a las causas subyacentes que permiten que estas organizaciones prosperen. La colaboración entre la comunidad, las autoridades y las organizaciones sociales será clave para recuperar la paz y la seguridad en Ecatepec y otras áreas afectadas por el crimen organizado.