Las recientes protestas en Nepal han dejado una huella imborrable en el país, marcando un antes y un después en su historia política. La autodenominada ‘Generación Z’ ha alzado su voz en contra de un sistema que consideran corrupto y represivo, llevando a cabo una serie de ataques que han desmantelado físicamente las instituciones del Estado. Este artículo examina los eventos que tuvieron lugar entre el 8 y 9 de septiembre de 2025, así como las implicaciones de estos disturbios en la sociedad nepalí.
La revuelta, que se desató en respuesta a la prohibición de redes sociales y la represión política, se centró en atacar los símbolos del poder. El Singha Durbar, sede de varios ministerios, fue uno de los principales objetivos, incendiándose en un acto que simboliza el rechazo a la autoridad gubernamental. Este ataque no fue un hecho aislado, sino parte de una serie de asaltos que incluyeron el Parlamento Federal, la Corte Suprema y la residencia oficial del Primer Ministro. La magnitud de la destrucción es alarmante, con múltiples instituciones del Estado reducidas a cenizas y un mensaje claro de descontento hacia las estructuras de poder.
### La Destrucción de las Instituciones del Estado
Los ataques a las instituciones gubernamentales fueron metódicos y devastadores. El Parlamento Federal fue asaltado e incendiado, un acto que paralizó el funcionamiento legislativo del país. El complejo administrativo de Singha Durbar, que alberga varias oficinas ministeriales, también fue incendiado, afectando gravemente la operatividad del gobierno. La Corte Suprema, un pilar del sistema judicial, fue destruida por el fuego, lo que dejó al poder judicial en un estado de inoperancia. Además, el Palacio Presidencial y la residencia oficial del Primer Ministro sufrieron ataques similares, reflejando la furia de los manifestantes hacia la élite política.
La revuelta no solo se limitó a los edificios gubernamentales. El sistema penitenciario también fue blanco de ataques, con múltiples prisiones asaltadas y más de 2,000 fugas reportadas. La cárcel de Nakhu en Katmandú fue parcialmente incendiada, lo que generó un caos aún mayor en un país que ya enfrenta desafíos significativos en su sistema de justicia. La violencia se extendió a los puestos de policía, donde varios fueron incendiados, dejando a las fuerzas del orden en una situación precaria.
### La Ira Contra la Clase Política
La revuelta no solo se dirigió a las instituciones, sino que también tuvo un enfoque personal y violento hacia la clase política. Los manifestantes, que consideran a los líderes políticos responsables de la corrupción y la represión, atacaron residencias privadas de figuras prominentes. La vivienda del ex primer ministro K.P. Sharma Oli fue incendiada, y la esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal perdió la vida en un ataque a su hogar. Estos eventos trágicos subrayan la gravedad de la situación y la desesperación de una juventud que se siente traicionada por sus líderes.
Además de los ataques a las residencias, el ex primer ministro Sher Bahadur Deuba fue agredido físicamente durante el asalto a su hogar. Las sedes de los partidos políticos también fueron blanco de la ira popular, con la oficina central del Congreso Nepalí incendiada. Este clima de violencia y descontento ha llevado a un estado de incertidumbre en el país, donde la confianza en las instituciones se ha erosionado de manera alarmante.
### Impacto en el Sector Privado y la Infraestructura
La revuelta no solo ha afectado al gobierno, sino que también ha tenido un impacto significativo en el sector privado y la infraestructura del país. Los manifestantes han visto a los medios de comunicación y a las empresas como cómplices del sistema que desean derrocar. El Hotel Hilton de Katmandú fue destruido por un incendio, y las oficinas de Kantipur Media Group, el mayor conglomerado de prensa del país, fueron incendiadas, dejando a la industria mediática en un estado de crisis.
El comercio y el turismo también se han visto gravemente afectados. El Aeropuerto Internacional de Katmandú fue cerrado y puesto bajo control militar tras un intento de asalto, lo que ha aislado al país del resto del mundo. Las tiendas y farmacias en la capital han tenido que cerrar, y los turistas se han visto obligados a refugiarse, lo que ha llevado a una parálisis total de la actividad económica.
La situación en Nepal es un reflejo de un descontento social profundo que ha estado latente durante años. La juventud, cansada de la corrupción y la falta de oportunidades, ha decidido tomar las riendas de su futuro, aunque a un costo devastador. Las imágenes de destrucción y caos que han surgido de estos eventos son un recordatorio de que el cambio social a menudo viene acompañado de una lucha feroz y, a veces, violenta.
