A sus 92 años, Paul Biya, el presidente más viejo del mundo, ha jurado su octavo mandato en Camerún, un evento que ha estado rodeado de controversias y protestas. La ceremonia de investidura tuvo lugar en la sede de la Asamblea Nacional en Yaundé, donde Biya fue proclamado vencedor de las elecciones del 12 de octubre, en las que obtuvo un 53.66% de los votos, según el Consejo Constitucional. Sin embargo, la legitimidad de estos resultados ha sido cuestionada por la oposición y diversas organizaciones de derechos humanos.
Las elecciones, que se llevaron a cabo en un ambiente de tensión, estuvieron marcadas por la exclusión de su principal rival, Maurice Kamto, cuya candidatura fue desestimada por la comisión electoral. Esto generó un clima de desconfianza y descontento entre los votantes, que se tradujo en protestas en varias ciudades, incluyendo Yaundé y Duala. Las manifestaciones, que exigían resultados transparentes y denunciaban irregularidades, resultaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, dejando al menos cuatro muertos y varios heridos.
### Un Contexto Electoral Controversial
El proceso electoral en Camerún ha estado plagado de acusaciones de fraude y manipulación. La oposición, liderada por el exministro Issa Tchiroma Bakary, se autoproclamó vencedor dos días después de las elecciones, afirmando haber obtenido un 35.19% de los votos. Sin embargo, el Consejo Constitucional desestimó diez recursos presentados por la oposición, alegando falta de pruebas para anular los resultados. Esta situación ha alimentado la percepción de que el sistema electoral en Camerún no es justo ni transparente.
Las fuerzas de seguridad, en respuesta a las protestas, utilizaron gases lacrimógenos y munición real, lo que ha llevado a organizaciones como Human Rights Watch a condenar la represión de las manifestaciones. La situación se ha vuelto aún más tensa con la denuncia de ataques a civiles frente a la casa de Bakary, lo que ha intensificado las críticas hacia el gobierno de Biya.
### Un Liderazgo Controversial y Duradero
Paul Biya ha estado en el poder durante más de cuatro décadas, consolidando un control casi absoluto sobre el país. Su permanencia en el cargo se ha visto facilitada por una reforma constitucional en 2008 que eliminó el límite de mandatos, permitiéndole postularse indefinidamente. Esto ha llevado a muchos a acusarlo de autoritarismo y represión, mientras que sus partidarios lo ven como un símbolo de estabilidad en una región marcada por conflictos.
A pesar de las críticas, Biya ha mantenido un fuerte apoyo de las fuerzas armadas y de una élite política leal. Su gobierno ha sido caracterizado por la censura de medios de comunicación y la represión de la oposición, lo que ha generado un ambiente de miedo y desconfianza entre la población. Sin embargo, en medio de este clima adverso, Biya parece decidido a continuar su mandato, desafiando las presiones internas y externas.
Las elecciones recientes han dejado claro que la situación política en Camerún es volátil. La exclusión de candidatos opositores y las denuncias de fraude han llevado a un aumento de la desconfianza en el sistema electoral. La comunidad internacional ha expresado su preocupación por la falta de transparencia y la represión de las libertades civiles en el país.
En este contexto, la figura de Paul Biya se ha convertido en un símbolo de un liderazgo que parece no tener fin. A medida que asume su octavo mandato, el futuro de Camerún sigue siendo incierto, con un pueblo dividido entre la esperanza de un cambio y el temor a la represión. Las elecciones han dejado al descubierto las profundas divisiones en la sociedad camerunesa y la necesidad de un diálogo genuino entre el gobierno y la oposición para abordar las preocupaciones de los ciudadanos.
La situación en Camerún es un recordatorio de los desafíos que enfrentan muchos países en África, donde los líderes a menudo se aferran al poder a expensas de la democracia y los derechos humanos. A medida que el mundo observa, la pregunta que queda es si Paul Biya podrá navegar por estas aguas turbulentas y mantener su control en un país que clama por un cambio significativo.
