La reciente ruptura entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) marca un hito en la política mexicana, evidenciando la fragilidad de las alianzas en un contexto electoral cada vez más competitivo. Después de casi cinco años de una unión que muchos consideraron como un matrimonio por conveniencia, ambos partidos han decidido separarse, dejando atrás un camino lleno de derrotas y desencuentros. Esta separación no solo refleja la incapacidad de estos partidos para adaptarse a un nuevo panorama político, sino que también plantea interrogantes sobre su futuro en un país donde el obradorismo ha ganado terreno de manera significativa.
La alianza, conocida como «Va Por México», fue anunciada en diciembre de 2020 con la intención de frenar el avance del presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena. Sin embargo, a lo largo de su existencia, la coalición se vio marcada por tensiones internas y resultados electorales decepcionantes. En las elecciones federales de 2021, la alianza solo logró ganar 63 de los 180 distritos en los que compitió, un resultado que dejó mucho que desear y que evidenció la falta de cohesión entre los partidos involucrados.
### La Alianza y sus Fracasos: Un Camino Lleno de Tropiezos
Desde su inicio, la alianza entre el PAN, el PRI y el PRD fue vista como una estrategia desesperada para recuperar el control político en un país donde el obradorismo había logrado consolidarse. Sin embargo, las diferencias ideológicas y las luchas internas entre los líderes de cada partido complicaron la situación. Marko Cortés, líder del PAN, y Alejandro Moreno, del PRI, se encontraron en un constante tira y afloja, donde cada uno buscaba fortalecer su posición dentro de sus respectivos partidos, a menudo a expensas de la alianza.
Las derrotas electorales comenzaron a acumularse. En 2021, los partidos de la alianza perdieron 45 curules en la Cámara de Diputados y vieron cómo su representación en el Senado disminuyó de 42 a 34 escaños. En el ámbito estatal, la situación fue aún más desalentadora. De 30 gubernaturas, los partidos de la alianza solo lograron conservar seis, lo que refleja un retroceso significativo en su influencia política. Este panorama se agravó con la pérdida de importantes estados como el Estado de México, donde el obradorismo continuó su expansión.
A pesar de los intentos de reestructuración y renovación, como el anuncio de un nuevo proceso de inclusión y unidad por parte del PRI, la realidad es que ambos partidos se encuentran en una encrucijada. La incapacidad de estos partidos para adaptarse a las nuevas demandas de la ciudadanía y su renuencia a dejar atrás viejas prácticas políticas han contribuido a su declive. La ruptura de la alianza parece ser un reconocimiento de que la unión no solo fue ineficaz, sino que también resultó en un desgaste de sus respectivas bases electorales.
### La Nueva Era Política: Desafíos y Oportunidades
Con la disolución de la alianza, el futuro del PAN y el PRI se presenta incierto. Ambos partidos deberán replantear sus estrategias si desean recuperar la confianza de los votantes. La reciente elección presidencial de 2024, donde la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, obtuvo una victoria contundente con el 59% de los votos, es un claro indicativo de que el obradorismo sigue siendo una fuerza dominante en la política mexicana.
La necesidad de una nueva narrativa que conecte con los ciudadanos es urgente. Ricardo Anaya, excandidato presidencial, ha instado a la oposición a dejar atrás la división y trabajar en conjunto para construir un futuro mejor. Sin embargo, la falta de unidad y la continua polarización entre los partidos opositores dificultan este objetivo. La reciente creación del «Frente Amplio Por México» como continuación de la alianza anterior no ha logrado generar el impacto esperado, y los resultados en las elecciones de 2023 han sido desalentadores, con una reducción significativa en los distritos ganados.
La situación actual plantea un desafío crucial para el PAN y el PRI: ¿serán capaces de reinventarse y encontrar un camino que les permita recuperar la confianza de los votantes? La historia reciente sugiere que la respuesta no será sencilla. La fragmentación de la oposición y el ascenso de nuevas fuerzas políticas, como Movimiento Ciudadano, complican aún más el panorama. En este contexto, la capacidad de los partidos tradicionales para adaptarse y responder a las demandas de la ciudadanía será determinante para su supervivencia en el futuro político de México.
La ruptura de la alianza entre el PAN y el PRI no solo es un reflejo de la ineficacia de sus estrategias, sino también un indicativo de la necesidad de una transformación profunda en la política mexicana. A medida que el obradorismo continúa consolidándose, los partidos opositores deberán encontrar nuevas formas de conectar con los ciudadanos y ofrecer alternativas viables que respondan a sus necesidades y preocupaciones. Solo así podrán aspirar a recuperar su relevancia en un panorama político en constante cambio.
