En los últimos años, el mundo de los videojuegos ha experimentado un crecimiento exponencial en México, convirtiéndose en el mercado más grande de videojuegos en América Latina. Con más de 76 millones de jugadores activos, el país ocupa el décimo lugar a nivel mundial en este sector. Este fenómeno ha traído consigo no solo un aumento en los ingresos, que superan los 2,300 millones de dólares anuales, sino también preocupaciones sobre la salud mental de los jugadores. Historias como la de Santiago, un joven que pasó de disfrutar de los videojuegos a convertirse en un adicto, son cada vez más comunes. Santiago, a sus 30 años, reflexiona sobre cómo su afición se transformó en una necesidad que afectó su vida social y emocional. La adicción a los videojuegos es un tema que preocupa a especialistas en salud mental, quienes advierten sobre los riesgos asociados con el uso excesivo de estas plataformas.
La adicción a los videojuegos y su impacto en la salud mental
El Dr. Leonel Navarro Ovando, coordinador del Hospital General Regional 196 del IMSS en el Estado de México, explica que la raíz del problema radica en el circuito de recompensa del cerebro. Este circuito se activa con actividades placenteras, y los videojuegos estimulan constantemente este sistema, generando una búsqueda de recompensa hiperestimulada. Aunque los niños y adolescentes son más vulnerables, los adultos también pueden caer en esta trampa. La descarga de dopamina que se experimenta al jugar es similar a la que se produce con el consumo de drogas o alcohol, lo que lleva a una búsqueda constante de esa sensación de placer.
El Dr. Navarro señala que el límite entre un hobby y una adicción se encuentra en la interferencia con la vida cotidiana. Cuando un jugador comienza a descuidar su sueño, estudios, trabajo o relaciones sociales en favor de los videojuegos, se habla de disfunción, un criterio clínico de adicción. Las estadísticas revelan que el grupo más involucrado en el gaming en México está compuesto por personas de entre 25 y 34 años, seguido de aquellos de 18 a 24 años. Los síntomas de alerta son similares en todas las edades: irritabilidad, ansiedad, aislamiento social y alteraciones en el sueño o la alimentación cuando se les impide jugar.
El gaming como fuente de ingresos y su relación con la adicción
A pesar de los riesgos asociados, el gaming ha evolucionado más allá del simple entretenimiento, convirtiéndose en una posible fuente de empleo. Muchos jugadores monetizan su afición a través de plataformas de streaming, lo que puede hacer que la línea entre el trabajo y la adicción se vuelva difusa. La búsqueda constante de rendimiento y éxito en estas plataformas puede llevar a los jugadores a experimentar los mismos síntomas de dependencia que aquellos que juegan de manera recreativa.
La pandemia de COVID-19 exacerbó esta situación, ya que el confinamiento obligó a muchas personas a buscar distracciones en el mundo digital. Entre 2020 y 2022, los casos de adicción digital aumentaron notablemente, y las secuelas aún son visibles, especialmente en adolescentes que luchan por relacionarse fuera de una pantalla. El Dr. Navarro menciona que el tratamiento para la adicción a los videojuegos es similar al de otras adicciones, involucrando psicoterapia, especialmente terapia cognitivo-conductual, y en algunos casos, apoyo farmacológico para controlar la ansiedad y la depresión. Reconocer que hay un problema es el primer paso, aunque a menudo es el más difícil.
La respuesta del gobierno y la necesidad de un enfoque equilibrado
A pesar de la creciente preocupación por la adicción a los videojuegos, la respuesta del gobierno ha sido limitada. El Dr. Navarro señala que, al tratarse de un juego, muchas veces se minimiza el problema. Así como existen protocolos específicos para la ludopatía, también deberían implementarse para abordar el gaming compulsivo. Es fundamental promover un uso saludable de los videojuegos, acompañado de actividades deportivas y sociales que fomenten un equilibrio en la vida de los jugadores. No se trata de demonizar el gaming, sino de encontrar un enfoque que permita disfrutar de esta forma de entretenimiento sin que se convierta en una adicción que afecte la vida cotidiana.