El 19 de septiembre de 1985, un devastador terremoto de magnitud 8.1 sacudió la Ciudad de México, dejando a su paso una estela de destrucción y dolor. Entre los muchos que vivieron esta tragedia se encuentra Raúl Flores, quien a sus 17 años trabajaba como sepulturero en el Panteón Francés. Su relato es un testimonio conmovedor de la tragedia que vivieron miles de familias y de la carga emocional que enfrentó un joven en medio de una crisis humanitaria sin precedentes.
La experiencia de Raúl en el Panteón Francés es un reflejo de la magnitud del desastre. En cuestión de días, la demanda de servicios funerarios se disparó de uno a siete entierros diarios. Flores recuerda cómo, en un ambiente de caos y desesperación, tuvo que abrir fosas y realizar entierros en condiciones extremas. «Era una montaña de cuerpos con muchísimo hielo que les ponían encima para que no se descompusieran tan rápido», relata, describiendo la escena desgarradora que se vivía en el parque que antes era un espacio recreativo y que se convirtió en un improvisado depósito de cuerpos no identificados.
La saturación de cuerpos y la falta de recursos hicieron que el trabajo de los sepultureros fuera aún más desgastante. Flores y su equipo, compuesto por solo cinco personas, se enfrentaron a la abrumadora tarea de dar sepultura a familias enteras que habían perdido la vida en el sismo. «No podíamos enterrarlos juntos porque en lo que localizaban los cuerpos, primero sepultábamos a lo mejor al hijo, al papá o al hijo y a la mamá, y después a los demás familiares», explica, reflejando la complejidad emocional de su labor.
### El Impacto del Terremoto en la Comunidad
El impacto del terremoto no solo se sintió en el número de víctimas, sino también en la comunidad que quedó devastada. Raúl recuerda el olor a putrefacción que impregnaba el aire, un recordatorio constante de la tragedia que había ocurrido. Las instalaciones del panteón sufrieron daños considerables, y la falta de personal hizo que la situación fuera aún más crítica. «Aquí en el panteón la puerta se había caído, los muros, las bardas de allá atrás, fosas también, capillas, se vinieron muchas cosas abajo», dice Flores, describiendo un escenario que parecía sacado de una pesadilla.
La historia de Raúl no es solo la de un sepulturero, sino la de un joven que tuvo que madurar rápidamente en medio de la tragedia. Recuerda cómo, en medio del caos, se enteró de historias de sobrevivientes que, al igual que él, enfrentaron la pérdida de seres queridos. Una de estas historias es la de una mujer que, al sentir el movimiento del temblor, decidió lanzarse desde su edificio y sobrevivió, pero perdió a su esposo y a sus dos hijos. Esta mujer, que ahora visita el panteón cada 19 de septiembre, se convirtió en un símbolo de resiliencia en medio de la adversidad.
El trabajo de Raúl no solo consistía en enterrar cuerpos; también se convirtió en un testigo de la historia de su comunidad. A medida que pasaron los años, el Panteón Francés se llenó de historias de vida y muerte, de políticos, artistas y generales que fueron enterrados allí. Sin embargo, a pesar de la tragedia, la memoria de aquellos que perdieron la vida en el sismo se ha mantenido viva a través de las visitas anuales de familiares y amigos que regresan para honrar a sus seres queridos.
### La Memoria Colectiva y el Legado del Terremoto
A 40 años del sismo, la memoria colectiva de la tragedia sigue presente en la Ciudad de México. Raúl Flores, quien ha dedicado su vida a cuidar y mantener el Panteón Francés, se siente orgulloso de ser parte de esta historia. «Este panteón tiene una gran historia», dice, refiriéndose a la arquitectura gótica y las esculturas de mármol que adornan las tumbas. Para él, cada tumba cuenta una historia, y cada visita es una oportunidad para recordar y honrar a aquellos que ya no están.
La tragedia del 85 no solo dejó una huella en la infraestructura de la ciudad, sino que también transformó la forma en que los mexicanos se relacionan con la muerte y el duelo. La solidaridad que surgió entre los ciudadanos durante y después del sismo es un testimonio del espíritu resiliente de la comunidad. Raúl recuerda cómo, a pesar del dolor, la gente se unió para ayudar a los afectados, creando un sentido de comunidad que perdura hasta hoy.
El Panteón Francés, con su rica historia y su arquitectura impresionante, se ha convertido en un lugar de memoria y reflexión. Cada año, el 19 de septiembre, se realizan ceremonias en honor a las víctimas del terremoto, donde la comunidad se reúne para recordar y rendir homenaje a aquellos que perdieron la vida. Raúl, quien ha sido testigo de tantas historias de amor y pérdida, continúa su labor con dedicación, sabiendo que su trabajo es parte de un legado más grande.
La historia de Raúl Flores y su experiencia en el Panteón Francés es un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de recordar a quienes nos precedieron. A través de su relato, se vislumbra la resiliencia de una comunidad que, a pesar de las adversidades, ha encontrado la manera de seguir adelante y honrar la memoria de aquellos que ya no están.